inicio





EL PEÑA

Leer extracto pregón [+/-]


Dos días después llega por fin la tarde tan deseada.

Aquella que remueve en nosotros tantas y tantas sensaciones.

Horas antes empiezan a desfilar los humildes costaleros, con sus fajas, sus zapatillas y su costal.

También aquellos que apresuran el paso con el capirote verde bajo el brazo y un cirio en la otra.

Sus caras se vuelven solemnes al tiempo que se acerca la magia de este miércoles santo.

A esa misma hora un niño en el balcón de una casa de la erilla mira fijamente hacia la iglesia haciendo eterno ese momento.

Todo está preparado para que la caída del sol, puntual como siempre en días como este, de paso al desborde de todo corazón guadalcanalense.

La fidelidad de un pueblo se agolpa en la salida, donde miradas incesantes contemplan el sacrificio de tan difícil maniobra.

Poquito a poco en el silencio del ocaso vislumbramos su cara y se para el tiempo para que un año más, bajo los sones de la marcha real, te veamos de nuevo en la calle.

Un batir de palmas, una voz entrecortada, los nervios en el estómago.... todo ello lo provocas tú.

Tú, con tu mirada perdida, pesadumbre del sufrimiento, nos haces sentirnos más humanos y solidarios. Más humildes y pacientes.

Y te lo demostramos con devoción cuando en tu primera levantá nuestros gestos se vuelven amor, y nuestras miradas armonía de unas palmas que resuenan llenas de dolor de ver como te fustigan quienes no te supieron querer.

Cuando el silencio se hace de nuevo y el día agoniza tu pesadumbre se vuelve alegría, pues tu humilde cuadrilla, no te lleva, si no que parece que recita poesía.

En su bella oda tu imagen se aleja camino del Palacio mientras tu madre irrumpe en la devoción pueblerina.

Blanca inmaculada tu tez refleja tantos sentimientos en nuestros corazones que mis palabras no aciertan a describir todo lo que mi mente quisiera.

Tu mirada desconsolada, tus ojos enrojecidos y tu incesante dolor vuelven a congelar a todo un pueblo que te tiende la mano y te lleva en volandas mitigando tu pesar.

La mirada de aquel niño se vuelve agua, cuando su retina refleja tu lindo caminar.

Y observa, sin saber decir una palabra, las manos maestras que tallaron tan fino rostro de mujer.

En el ambiente flotan sensaciones, cuando el incienso guía tu camino y te encuentras señor en aquella tu calle: la del costalero.

Aquel que soporta el dolor en su cuello a la vez que tú en la espalda. Aquel a quien tanto le debes, y que sin quejarse te lleva una y otra vez al cielo.

Aquel que en cada revirá pone el alma y la piel, y toda la pureza que en su alma pueda albergar.

Aquel que te cuida y te quiere. Aquel que siempre ahí está

Por eso, señor, acuérdate cuando de regreso al templo veas la cara del niño abatido por el sueño y tu pecho se llene de emoción al saber que un día te quiso llevar y no pudo.

Acuérdate de quien tienes debajo, quienes sí que pueden hacer sentir tantas cosas a todo el que te admira.

Acuérdate también tu, Guadalcanal, cuando contemples a tu virgen de la Paz, y devuélvele a ese costalero todo lo que te ha dado, porque sin ellos, ten por seguro, nada sería igual.

Y un año más, no puedo sino desearle lo mejor a esta hermandad a la que tanto cariño guardo desde el día en que nací.

Hermano Costalero, no tengo otra cosa que decirte, ni palabra más bella, que este año sí, las lágrimas no te impidan ver las estrellas.


Con estas palabras el pregonero de la Semana Santa del presente año, D. José Ángel Fontecha Vázquez, rememora las tardes del Miércoles Santo durante su infancia. Sin lugar a dudas de la pluma de este joven y brillante guadalcanalense, nacen las más hermosas palabras, indicadoras de su ferviente amor a su pueblo, sus gentes y como no a su Semana Santa.

0 comentarios: